La evangelización de México en el siglo XVII

La evangelización de México en el siglo XVII

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Marco histórico

La falsa ilusión de haber extendido por todo el territorio mesoamericano la palabra de Dios se desmoronó ya finales del siglo XVI. Durante el proceso de evangelización de México en el siglo XVII los eclesiásticos fueron conscientes de la persistencia de la idolatría de los nativos pese haber iniciado la evangelización 80 años atrás. Los indígenas habían introducido el dogma católico dentro de las supersticiones y creencias locales, venerando a sus antiguos dioses y mezclando los ritos prehispánicos con los católicos. Por ello, en este artículo pretendo explicar las prácticas evangelizadoras que se siguieron realizando en el siglo XVII, la presencia de la idolatría, del sincretismo y cómo se intentó erradicar.

Prácticas y cargos para fijar el catolicismo en los indígenas en siglo XVII

Durante todo el proceso evangelizador en Nueva España, el cual se puede decir que se extendió hasta la independencia de México en 1821, las órdenes mendicantes continuaron impartiendo el catecismo en las lenguas nativas. Se mantuvo la misma periodicidad que en el siglo XVI, para los niños se impartía el catecismo de forma diaria y semanal para los adultos.

Por otro lado, en este momento contaban con más manos evangelizadoras, a diferencia de sus inicios. Surgieron diferentes cargos de ayuda a los sacerdotes evangelizadores que eran ocupados en ocasiones por los propios nativos. Algunos de los participantes fueron los maestros de doctrina, que ayudaban a los frailes a impartir la fe a los nativos. Por otro lado, contaban con los alguaciles de doctrina que se encargaban de atraer a los indígenas a catequesis o a misa en el caso que no lo hicieran por su propia voluntad. Junto a ellos, se encontraban los patrones de los enfermos, encargados de avisar al doctrinero si se encontraba algún natural enfermo para darle la extremaunción (Morales,1999:21).

Nuevos contratiempos que dificultaron la evangelización

La problemática llegó cuando a finales del siglo XVII muchos padres de familia dejaron de llevar a sus hijos a catequesis. El motivo era económico, puesto que los mandaban a trabajar en haciendas españolas cercanas a los pueblos. Además, con el endurecimiento de la castellanización de los indígenas, la cual se quería hacer desde la segunda mitad del siglo XVI, se aisló a los maestros de doctrina indígenas por no hablar castellano.

Esto complicó el proceso evangelizador, que ya de por si se había encontrado con bastantes problemas desde el principio. Ahora, los indígenas no sólo debían asimilar la doctrina cristiana, además, tenían que aprender castellano. Si los eclesiásticos ya reconocieron a lo largo del siglo XVII que la idolatría seguía presente, este cambio sin duda no facilitó su erradicación para el siglo XVIII.

La resistencia indígena en el siglo XVII

La resistencia indígena contra el nuevo orden político y religioso en Mesoamérica y Aridoamérica, territorio dominado bajo el virreinato de Nueva España, se realizó de dos formas:

  • Por un lado, la resistencia directa y violenta mediante revueltas como con el caso de la Guerra del Mixtón (1540-1551) en Nueva Galicia, la Revuelta de Tepehuán (1616-1620) en la Sierra Madre Occidental, en el actual estado de Durango, o la Revuelta de los indios pueblo (1680) en Santa Fe de Nuevo México, en manos norteamericanas a día de hoy.

  • Por otro lado, encontramos una resistencia indirecta o pasiva que en algunos casos ni siquiera se realizó de forma consciente, sino que sucedió tras el contacto de las prácticas prehispánicas con las cristianas, creando así un sincretismo religioso y manteniendo lo que los religiosos entendían como idolatría.

Algunos ejemplos de la presencia de la idolatría la podemos ver en los diversos manuales de extirpación de idolatría que se redactaron a los largo del siglo XVII como hicieron Pedro Ponce, Jacinto de la Serna o Hernando Ruiz de Alarcón, entre otros. En estas obras los expertos nativos en los antiguos ritos eran percibidos con una doble condición: como médicos y hechiceros que pretendían dar respuesta a las necesidades espirituales y cotidianas de los indios (Torres,2019:139).

Las prácticas idolátricas y el sincretismo

Algunos de estos médicos/hechiceros conocedores de la religión precolombina incluso intentaban que los indígenas volvieran a sus antiguas creencias. Aunque también encontramos otros casos en los que se realizaban rituales precolombinos sin la persona que los realizaba los viese como una falta grave el venerar a sus antiguos dioses y a los santos o a la Virgen María a la vez. Esto se debe a que los nativos habían fusionado el dogma católico con las creencias prehispánicas.

Para realizar los manuales de extirpación de idolatría se hacía una investigación previa en diferentes zonas de Nueva España y aunque había diferentes pueblos nativos, todos ellos utilizaban objetos similares en los rituales. El fuego era uno de los principales participantes en los ritos. Al rededor de él se realizaban ofrendas de víveres y sacrificios de animales para los ídolos. Además, utilizaban oraciones y representaciones católicas junto a las figuras de sus ídolos o antiguos dioses.

Para realizar correctamente las ceremonias, los expertos contaban con textos clandestinos que pasaban de generación en generación y que explicaban la metodología de los ritos y cuándo se debían usar. Muchos de los ritos estaban dedicados a buscar el perdón de los dioses, ya que cuando enfermaban creían que era porque habían ofendido a los dioses y buscaban ayuda en los médicos/hechiceros. También era frecuente que hicieran ofrendas de víveres a sus muertos para simular que el difunto comía con ellos, algo que a perdurado hasta nuestros días en la celebración del Día de Muertos.

La historiografía ha mostrado que la idolatría estaba presente sobre todo en el territorio del Yucatán, Oaxaca y las zonas de Aridoamérica donde predominaban los pueblos chichimecas. Esto se debe al aislamiento de la zona y sin duda afectó a la implantación del cristianismo. Sin embargo, en otros territorios de Nueva España también se cree que se mantuvo la idolatría, pero tampoco hay una gran cantidad de bibliografía acerca del tema fuera de las zonas ya nombras. Además, si cerca de los pueblos de estas zonas se encontraban cerros o cuevas también se les rendía culto, puesto que los nativos los veían como lugares fértiles porque los comparaban con la cavidad uterina.

Las sanciones y actuaciones de las instituciones virreinales

La justificación de la conquista del Nuevo Mundo fue la salvación del mayor número de almas implantando el cristianismo, pero la realidad va mucho más allá. Dejando de lado a los factores políticos y económicos, el cristianismo es una religión excluyente que no permite la coexistencia con otras religiones ni otras estructuras sociales (Navas, 2001:49). Por ello, no podían permitir que los nativos continuasen venerando a sus antiguos dioses.

El  III Concilio provincial de México (1585) puso el énfasis en la necesidad de acabar con la idolatría. Los eclesiásticos consideraban que era un mal muy extendido y arraigado, sobre todo cuando dieron casos de mestizos o negros que acudieron a médicos/hechiceros y cometieron actividades propias de la idolatría.

Cuando se sospechaba sobre un nativo debía ser la justicia ordinaria eclesiástica la encargada de investigar e impartir justicia en el caso de ser idólatra. Aún así, previamente a la instauración oficial del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en 1571 en Nueva España se produjeron actuaciones inquisitoriales sobre indígenas acusados de cometer dicho pecado. El caso más conocido es el del principal de Texcoco, Don Carlos Chichimecatecuhtli Ometochtzin, quien fue condenado a la hoguera en 1539 por hereje e idólatra por el obispo de México, Juan Zumárraga. Más tarde, también le otorgaron la potestad de actuar como inquisidor. La Corona al enterarse de esta actuación, consideró que no era apropiado que se realizasen castigos violentos sobre los indígenas, puesto que los veían como víctimas de su propia limitada inteligencia y percepción de lo que era o no pecado.

El Provisorato de Indios: la institución que luchaba contra la idolatría y el sincretismo

A partir del siglo XVII fue el Provisorato de Indios quien se encargó de investigar los posibles casos de idolatría e impartir justicia. Este aparato era similar a la Inquisición, pero sin condenar nunca a muerte a los acusados y contó con la ayuda de los extirpadores de idolatría.

El Provisorato tras encontrar pruebas y obtener la confesión de los acusados, ejercían una represión física, vejatoria, económica y de aislamiento. Era bastante común el uso de número elevado de azotes en público como forma de castigo tras haber reconocido el pecado que había cometido. También debía ser exiliado temporalmente de su residencia durante 1 o 5 años. Además, había de dar alguna compensación económica para la Iglesia y realizar trabajos forzosos. En este caso, normalmente se realizaban con la construcción de edificios religiosos.

Aún así, como bien sabemos, estas los intentos de convertir al catolicismo a la población durante el proceso de evangelización de México en el siglo XVII no consiguieron parar el avance de la idolatría ni del sincretismo, puesto que ha llegado a nuestros días.

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Bibliografía

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  • González Torres, A., & Reyes Rodríguez, A. Y. (2019), “La representación de la idolatría india: rituales y ofrendas en el arzobispado de México. Siglo XVII”, Fronteras De La Historia, 24,132-161 pp.

  • Lara Cisneros, G. (2016) La idolatría de los indios americanos. ¿El enemigo invencible? En Lara Cisneros, G. (Coord.) La idolatría de los indios y la extirpación de los españoles. Religiones nativas y régimen colonial en Hispanoamérica, 27-52 pp. México:  Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas/Colofón.

  • Montes de Oca Navas, E. (2001), “La evangelización de Nueva España”, La Colmena: Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México, 30, 46-52 pp.

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  • Velandía Onofre, D.(2018), “La conquista de la conciencia: métodos confesionales y extirpación de idolatrías en la Nueva España y el Virreinato del Perú”, H-ART. Revista de historia, teoría y crítica de arte, 3, 253-272 pp.

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