Vida después de la muerte para los mexicas

La vida después de la muerte para los mexica

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Después de abordar cómo entendían la vida y la muerte los mexicas, este artículo se va a centrar en la vida después de la muerte para los mexicas, cuáles son los destinos en que las almas mexicas iban después de morir y cómo ésta dependía de la forma en la que fallecían.

Estructura del cosmos para los pueblos mesoamericanos

Antes de hablar sobre qué pensaban los mexicas de la vida después de la muerte, debemos recordar que el cosmos para los mexicas estaba conformado por un universo vertical y otro horizontal. Según la cosmovisión mexica, había trece cielos, el paraíso y el inframundo, o Mictlán con 9 niveles, formaban parte del universo vertical. Mientras que el universo horizontal estaba formado por la tierra. En ella, habitaban los seres humanos y se dividía en regiones basadas en los puntos cardinales, donde cada punto se identificaba con unos dioses, animales, colores y símbolos.

Qué pasa después de la muerte según los mexicas
Representación de los cuatro puntos cardinales y de la distribución del universo horizontal en el Códice Féjervary-Mayer o Códice Pochteca.

Sin embargo, como el artículo está enfocado en hablar sobre qué pasaba después de la muerte según los mexicas, solo vamos a hablar del universo vertical. Al fin y al cabo, es donde se encuentran los destinos a los que iban las almas y donde continuaba la vida después de la muerte para los mexicas.

¿Qué pasaba después de la muerte según los mexicas?

Como hemos comentado, la vida después de la muerte para los mexicas sucedía en el universo vertical, donde creían que se hallaban el cielo y el inframundo mexica. 

Lo que pasaba después de la muerte para los mexicas no dependía de los actos que habías realizado en vida, como sí ocurre en el cristianismo. 

La vida después de la muerte para los mexicas dependía de la forma en la que habías muerto. Por lo tanto, el final de cada persona venía determinado por el destino y según la fecha de nacimiento. Además, el cielo únicamente era habitado por las constelaciones, las estrellas y las divinidades que formaban el panteón mesoamericano y de la mitología de los mexicas.

Como resultado, los humanos no aspiraban a llegar a ninguno de los trece cielos. Los humanos solo podían acabar en alguno de los cuatro paraísos mexicas si morían de alguna manera especial en la que, según ellos, un dios había intervenido. Si, por el contrario, tenían una muerte natural o considerada común para ellos, acababan en el inframundo mexica, el Mictlán.

Para los mexicas, tanto el cielo como el inframundo mexica estaban divididos en pisos o estratos, por lo que había trece cielos o pisos y nueve niveles para el Mictlán. Estos, como si fuesen una manta, se doblan y se superponen unos sobre otros, tal y como vemos en la imagen:

Mictlán 9 niveles
Representación de la división del universo vertical para los mexicas. Dibujo realizado por López Austin (2016;145).

Generar vida a través de la muerte en la cosmovisión mexica

Independientemente de la forma de morir, todos los humanos debían ser devorados por la divinidad Tlaltecuhtli (Señor/Señora de la tierra). Dependiendo de los escritos esta deidad es representada como una deidad femenina o masculina, pero cuando Tlaltecuhtli es presentada como hembra siempre se la relaciona con devorar y parir a los muertos con su vagina dentada. 

La función de la deidad era devorar la carne del difunto, introducirlo en su matriz para nutrir a la Tierra. Con esta ingesta, se generaba vida a través de la muerte y para la esencia del difunto o una de las partes anímicas, el teoylía, relacionado con el corazón (Moctezuma, 2018: 18). Esto le permitía iniciar el camino hacia el lugar de descanso pertinente según su tipo de muerte.

Los paraísos para las muertes especiales

Una vez habían sido devorados, la vida después de la muerte para los mexicas que habían tenido una muerte especial podían ir a uno de los cuatro paraísos según el tipo de muerte:

  • Los guerreros mexicas que habían fallecido en combate o por sacrificio gladiatorio tardaban 80 días en llegar al Tonatiuhichan. En este paraíso debían acompañar al dios Tonatiuh (el Sol) para luchar contra la Luna, Coyolxauhqui o Metzli, y que no venciera el caos. Tras cuatro años acompañando al Sol, se reencarnaban en colibríes. 

 

  • En el caso de las mujeres que habían muerto en el parto iban al paraíso de Cihuatlampa, donde se convertían en Cihuateteo, espíritus que cada cuatro años regresaban a la tierra. Sin embargo, como durante el parto habían luchado por sobrevivir, eran concebidas como guerreras y también acompañaban al Sol.

 

  • Por otro lado, tenemos a aquellos que habían muerto ahogados, por un rayo o por enfermedades de la piel. Estas muertes estaban asociadas a Tláloc, el dios de la Lluvia e iban al paraíso Tlalocan, caracterizado por la abundancia gracias a la lluvia y felicidad. 

 

  • Por último, tenemos el Chichihualcuauhco, donde iban a parar los infantes que habían muerto antes de cumplir los cuatro años edad y eran alimentados por el árbol nodriza hasta que podían volver a nacer.

Los trece cielos mexicas: el espacio de los dioses

Como ya he comentado, los trece cielos mexicas eran habitados únicamente por dioses o cuerpos celestes que descendían al inframundo (noche) y volvían a ascender a su cielo pertinente (día) pasando por el plano terrenal. Por eso, en la cosmovisión mexica, los dioses influían diariamente en la vida cotidiana de los mexicas y demás pueblos mesoamericanos, o al menos así lo creían ellos. Los trece cielos mexicas y sus respectivos dioses son:

  • El primer cielo se llama Ilhuícatl Meztli, traducido como “Lugar donde se mueve la Luna”. Era donde se hallaban las nubes y la Luna. Estaba habitado por Tlazoltéotl, la diosa de la inmundicia y del deseo carnal, por Tláloc y por Ehécatl, dios del aire.

 

  • El segundo cielo se llama Ilhuícatl Cintlalco, o “Lugar donde se mueven las estrellas”. En este cielo las estrellas estaban divididas en dos ejércitos, las cuatrocientas del Norte y las cuatrocientas del Sur. Además, también se encuentran las constelaciones como la Osa mayor y la Osa menor, entre otras.

 

  • El tercer cielo se conoce como Ilhuícatl Tonatiuh, traducido como “Lugar donde se mueve el sol”. Era el cielo donde el Sol se iba desplazando a lo largo del día hasta sumergirse por la noche en el Inframundo.

 

  • El cuarto cielo se llama Ilhuícatl Huitztlan, o “Lugar del cielo de la estrella grande”. En él se hallaba Venus y el dios de la mañana, Tlahuilcalpantecuhtli.

 

  • El quinto cielo se conoce como Ilhuícatl Mamoloaco, o “Lugar donde se mueven los cometas”. En él estaban las estrellas errantes o los cometas.

 

  • El sexto cielo es el Ilhuícatl-Yayauhco, traducido como “Lugar donde nace y se extiende la noche”. Era el cielo donde Tezcatlipoca ejercía sus poderes.

 

  • El séptimo cielo se llama Ilhuícatl Xoxouhqui, traducido como “Lugar donde el Sol se levanta y muestra su rostro”. Era el cielo que los seres humanos veían durante el día y donde habitaba Huitzilopochtli.

 

  • El octavo cielo se llama Itztlacoliuhqui, o “Lugar donde surgen los cuchillos de obsidiana”. En él se producían las tormentas y vivía el dios Itztlacoliuhqui, dios del frío.

 

  • Del noveno, décimo y onceavo cielo solo sabemos sus nombres y que se refieren a los colores por los que evoluciona el sol y el cielo según el momento del día: Itzlán (región del blanco); Cozauhquitlán (región del amarillo); Yayauhtlán (región del rojo).

 

  •  El doceavo cielo es el Ilhuícatl-Teteocan, o “Lugar donde moran los dioses”. Era el lugar donde los dioses nacían, se alimentaban y renacían. Aunque eran seres eternos y mutantes, en la mitología mexica los dioses podían morir de forma momentánea y desdoblarse en otros dioses. Por lo tanto, en el nivel también podían desdoblarse. 

 

  • El treceavo cielo es el Ihuícatl-Omeyocán, traducido como “Lugar de la dualidad”. En el último cielo moraban el señor y la señora de la dualidad, Ometecuhtli y Omecihuatl, quienes crearon el universo y los demás dioses.

El universo horizontal y el universo vertical formado por los trece cielos, los cuatro paraísos y el Mictlán conforman el cosmos para los mexicas. Los dos universos se unían en el centro por un árbol cósmico, al igual que en otras civilizaciones alrededor del mundo. A través del tronco del árbol cósmico fluían las energías del cielo y del inframundo, pasando por el plano terrenal.

Trece cielos mexicas
Representación de la unión de plano terrenal, los trece cielos y el Inframundo.

Esta imagen está extraída del blog de Victormauln, donde habla de la estructura del Universo según los mayas. Como podéis ver, mexicas, mayas y otros pueblos de Mesoamérica creían que el Universo en su conjunto estaba dividido en tres (Cielo, mundo terrenal e Inframundo).

El inframundo mexica: el Mictlán con 9 niveles

La vida después de la muerte para los mexicas que habían tenido una muerte natural o diferente a las mencionadas, se iniciaba por ser devorados por la deidad Tlaltecuhtli. Tras cuatro años, la deidad expulsaba su esencia y comenzaban el trayecto por los 9 niveles del Mictlán. Además, en cada nivel del Mictlán habitaba un dios y el difunto debía de pasar una prueba que estaba relacionado con este. Los niveles del inframundo mexica son los siguientes:

  • El primer nivel se llama Apanohuaia, donde debían atravesar un río muy caudaloso a lomos de un perro sin pelo, un xoloitzcuintle. Para contar con la ayuda de este perro en el inframundo mexica, debían sacrificarlo y enterrarlo con el difunto. Esta raza de perro estaba consagrada a Xólotl, el dios del ocaso y habitaba en este primer nivel del Mictlán.

 

  • El segundo nivel se llama Tepectli Monanamictlán, donde los muertos debían de intentar de cruzar rápidamente por en medio de dos montes que chocaban entre sí constantemente y evitar ser aplastados. En este caso, era el dios de las montañas, los ecos y señor de los jaguares, Tepeyóllotl, el que habitaba este nivel.

 

  • El tercer nivel por el que debían pasar los mexicas en la vida después de la muerte, se llama Iztepetl. En este nivel había un gran número de pedernales que amenazaban con cortar a los muertos que pasaban. Itztlacoliuhqui, dios de la obsidiana y del castigo, habitaba en este nivel.

 

  • El cuarto nivel del inframundo mexica es el Itzehecayán, que se encontraba congelado, con nieve y había unos vientos tan fuertes que podían destruir casas o cortar como el mismo pedernal. En este nivel habitaba el dios del viento del Norte, Mictlampehécatl.

 

  • El quinto nivel es el Paniecatlacóyan, donde nuevamente los muertos se encontraban con fuertes vientos que en el anterior, pero que aquí se encargaban de mover al difunto de un lado a otro hasta que les permitían pasar al siguiente nivel. También era habitado por el dios del viento del Norte.

Vida y muerte entre los mexicas
Representación de la unión de plano terrenal, los trece cielos y el Inframundo. Maqueta de cómo debió ser el Templo Mayor de Tenochtitlán.

  • Descendiendo al siguiente estrato en la vida después de la muerte, los mexicas muertos debías enfrentarte a un sinfín de flechas en el Temiminalóyan, el sexto nivel.  Estos centenares de flechas habían sido lanzadas por guerreros, pero que en su momento no dieron a su objetivo.

 

  • El séptimo nivel es el Teocoyocualoya, donde habitaban fieras como los jaguares e intentaban comerse el corazón del difunto.

 

  • El octavo nivel es el Izmictlán, donde se cree que los difuntos se encontraban con su alma (tonalli) tras haber conseguido pasar por nueve ríos que estaban en un valle.

 

  • El noveno y último nivel que debían pasar los mexicas en la vida después de la muerte es el Chicunamictlán, donde se encontraban con el Señor y la Señora del Inframundo, Mictlantecuhtli y Mictlacihuatl. En este nivel tras haber logrado pasar todas las pruebas el muerto rememoraba toda su vida y pasaba a formar parte del universo, logrando al fin el descanso.

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Bibliografía

  • Báez-Jorge, F. (2018). “Mitología y simbolismo de la vagina dentada”, Arqueología Mexicana, 104, 51-55 pp.

  • Johanson K., P. (2012). “La muerte en la cosmovisión náhuatl prehispánica. Consideraciones heurísticas y epistemológicas”, Estudios de cultura náhuatl, 43,47-93 pp.

  • López Austin, A. (2016). “La verticalidad del cosmos”, Estudios de la cultura náhuatl, 52, 119-150 pp.

  • Matos Moctezuma, E. (2018). “Los mexicas y la muerte”, Arqueología Mexicana, 52, 18-20 pp.

  • Matos Moctezuma, E. (2018). “El destino de los guerreros y la práctica de la cremación”, Arqueología Mexicana, 52, 22-24 pp.

  • Soustelle, J. (1970), La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México: Fondo de Cultura Económica de España. 283 pp.

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